Ese vodka me supo a ella.

El viernes pasado me deshice de lo último físico que me hacia seguir recordándola: la botella de vodka que compré la última vez que nos vimos.

Cada que la veía me acordaba de ella. De que fue. De lo que pudo ser. De lo que no fue. De cómo terminó.

En diferentes ocasiones había intentado terminarme esa botella, pero parecía que ella volvía y la rellenaba (lo cual tratándose de cualquier otra botella de vodka se agradecería. Pero no en este caso), así que esa botella me duró cerca de 2 meses.

El viernes pasado vinieron unos amigos a la casa (irónicamente vinieron a emborracharse por que a uno de ellos lo acababa de cortar su novia) y pues nos la tomamos.

Para todos fue una botella más. Una borrachera como la de cualquier fin de semana. Pero para mí, ese vodka me supo a ella.